La verdad es que no es una de mis virtudes el sentarme y esperar. Siempre tengo que tener la sensación de controlar mi tiempo, espacio, sueños y ambiciones. Pero este inicio de año me habla diferente. Este 1 de enero no ha renovado impulsivamente las alas de mi libertad, ni ha venido con promesas grandilocuentes e idealizadas. Este 1 de enero ha venido casi callado, sin estruendos, musitando ciertos aires de esperanza pero reservado, pausado, paciente e incluso diría yo, tranquilo. Internamente me incomoda, pero entiendo que aunque a mí no me gusten estos procesos, quizá sea necesario pasarlos.
Solamente en la pausa podemos perfeccionar la paciencia, reflexionar sobre nuestra existencia, cambiar, crecer, aunque eso a muchos asusta. Quizá en esa espera nos volvemos más serenos, más prudentes, depuramos nuestros sueños y definimos mejor nuestros retos. Quizá en esta espera, aprendemos a rendir del todo nuestra vida a Dios, que nos quiere proteger de la voracidad de lo inmediato y hacernos entender que de su mano podemos atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos.
Salmo 40 1-3
Pacientemente esperé a Jehová,
y él se inclinó a mí y oyó mi clamor.
Y me sacó del pozo turbulento, del lodo cenagoso;
y puso mis pies sobre una a roca y enderezó mis pasos.
Y puso en mi boca cántico nuevo, canto de alabanza a nuestro Dios.
Muchos verán esto y temerán,
y confiarán en Jehová.
2 Enero 2021
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