A veces no es fácil dirigir nuestra vida por un camino seguro y estable. A parte de las zancadillas que la propia vida nos regala, nuestra forma de enfrentar los diferentes desafíos siempre será clave a la hora de alcanzar ese final soñado. Y si bien es cierto que la ansiedad o el miedo suelen aplastar todo intento de confianza y estabilidad, aunque no lo creamos, nuestro peor enemigo siempre acaba llevando NUESTRO PROPIO NOMBRE. ¿O acaso no somos nosotros mismos los responsables de nuestra falta de perdón, de nuestra amargura o de esas heridas que ni siquiera queremos enfrentar?
Y buscamos cumplir sueños, afianzar relaciones o trabajar más por los demás, pero nuestros propios conflictos internos suelen ser los responsables de que nunca los puedamos lograr. Por eso es sabio abrir la puerta de nuestra existencia a Dios. Él es el único que promete Paz… esa paz que necesitamos para caminar con pasos firmes y sin claudicar.
21 de Noviembre 2019
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